jueves, 25 de noviembre de 2010

Nicki Minaj, el reverso oscuro de 'Lady Gaga'

Nena, tú vas a ser una cosa realmente grande”… Se lo dijo a Nicki Minaj la mismísima Mariah Carey. Aunque lo cierto es que la chica tiene un ego que se lo pisa, y en su primer álbum proclama ya sin miramientos “I’m the best” (‘Soy la mejor’), con mención obligada al padre alcohólico y drogadicto: “Incluso cuando papá le daba al ‘crack’, yo era ya un ‘crack’”.

Por su nombre impronunciable y por su aspecto estrambótico la conocerás, eclipsando desde este martes mismo a Lady Gaga con un álbum -‘Pink Friday’- que se anticipa ya como un hito en la historia del rap. “No he tomado prestada ni una sola página de ningún libro”, se defiende Nicki Minaj, recelosa de las comparaciones.

Pero MTV ha encontrado ya diez poderosas razones para ponerlas frente a frente: desde su propensión por los sombreros y las pelucas a su capacidad para generar odios y pasiones. En los mentideros musicales de Nueva York no se habla estos días de otra cosa: “¿Será Nicki Minaj la Lady Gaga del hip hop?”.

Aunque lo que más le revienta a la chica es que la comparen con otras raperas, y en especial con Lil’ Kim, con quien ya ha entablado su peculiar guerra, micrófono en mano y al más delenguado estilo Eminem: “Dicen que la perra está loca porque le he quitado el puesto/ Bueno, perra, si no estás cagando, apártate del puchero/ Consíguete unos negros en Brooklyn que se te pongan encima”…

Así se las gasta Nicki Minaj a sus 25 años (uno más que Lady Gaga) y con la lección aprendida: “En este negocio tienes que elegir muy bien tus peleas, porque nunca se sabe… Las muchachas raperas tenemos que ser tan duras como los chicos. Aunque es cierto es que muchas se asustan y no pueden llegar hasta arriba”.

Nicki Minaj (nacida en Trinidad y Tobago como Onika Tanya Maraj) asegura que sus duras experiencias de niña han servido para curtirla en la batalla por la fama. Vivió con sus abuelos hasta los cinco años, cuando la enviaron al “infierno familiar” de Queens, a tiempo para ser testigo del incendio provocado por su padre…

Crecí en unas calles inundadas de ‘crack’. Mi padre bebía mucho y se drogaba constantemente. Era muy violento, y el día en que quemó nuestra casa lo hizo con la intención de matar a mi madre, que logró escapar a tiempo. Yo siempre quise que mi madre fuera más fuerte, pero era una mujer pusilánime. Desde entonces me ha rondado la cabeza la idea del poder femenino”.

Para escapar del drama familiar, Nicki jugaba a inventarse personajes. Primero se reencarnó en ‘Cookie’, una especie de Cenicienta colorista y negra. Después vino ‘Harajuku Barbie’, mezcla de muñeca y samurai. “La fantasía fue mi relidad”, confiesa, y así hasta llegar a Roman Zolanski, con peluca rubia y parloteo a lo Slim Shady (el ‘alter ego’ de Eminem), jurando eterna venganza contra Lil’Kim.

Puestos a admitir influencias, Nicki Minaj se siente más bien deudora de Missy Eliott, la rapera que rompió moldes en los noventa. En ella se inspiró para las primeras cintas, cuando estudiaba para ‘artista’ en La Guardia y trabajaba como camarera en el Bronx.

En su primera audición, Nicki se quedó repentinamente sin voz. Hasta el 2008 nadie había oído hablar de ella, pero tuvo la idea de enviar sus mezclas a la revista XXL, y su fama empezó a propagarse por el planeta hip hop. Lil Wayne, el rapero de Nueva Orleans, se ofreció como padrino de lujo.

Desde entones, Nicki Minaj se ha convertido en reclamo obligado de todos los raperos que se precien, de Jay Z a Kanye West, pasando por Ludacris, Trey Songz o will.i.am, con quien triunfa en estos momentos con ‘Chek it out’, la puesta al día de la legendaria ‘Video killed the Radio Star’.

No hay quien pueda pues con Nicki Minaj, acelerando por el desierto con su Lamboghini rosa y sembrando a su paso dudas sobre su bisexualidad: “Nadie es completamente blanco o negro; todos somos sombras en el medio… Aunque hoy por hoy, si te declaras gay, pierdes credibilidad en la calle. Pero el hip hop tendrá que abrirse más, como se está abriendo el mundo en general”.

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